Dedicado
"a los espíritus de Gutiérrez
Nájera y Othón", este fue el
título del primer libro que publicó
Ramón López Velarde.
Por los temas de muchas de las composiciones aparecidas
en el volumen, el libro causó grata
impresión: estaba acorde con la nueva
apreciación de la vida y los gustos provincianos
que había traído consigo la
Revolución.
Poemas como Los domingos de provincia,
Mi prima Agueda, A la
gracia primitiva de las aldeanas, Del pueblo natal, A la
patrona de mi pueblo, y también el ambiente,
unas veces religioso, otras familiar, muchas veces de un
erotismo todavía inocente, elevaron a la
provincia, dentro del marco de la poesía nacional,
a la categoría de tema literario.
Con este libro, la poesía modernista, que se
había iniciado en México dentro de una
ciudad provinciana con aspiraciones cosmopolitas, se
volvió expresión de la provincia ciudadana
y nacional. Es entonces cuando se llega al momento en que
la creación "universal" de los poetas
mexicanos ya no es un desarraigo de su circunstancia,
sino una aceptación de todos los valores que lo
conforman, como el lugar de su nacimiento,sus cstumbres,
los olores y texturas de la infancia, el ambiente
pueblerino y todo lo que acaba conformando una
expresión nacional, una poesía propia.
En La sangre devota el poeta jerezano
inaugura también su propio mito romántico,
el de su desdichado amor por su musa primera.
López Velarde escribe lo
siguiente en el Prólogo a su segunda
edición:
"Enemigo de explicar mis
procedimientos aun en las ocasiones en que la
crítica apta o la bajeza de la estulticia han
tocado temas generales, quiebro hoy esa línea
de silencio.
Deseo afirmar que por lealtad y
legalidad conmigo mismo esta edición es
idéntica a la de 1916, sin cambio de una
palabra ni de un punto ni de una coma. Una sola
novedad: en el primer poema, el nombre de la mujer
que dictó casi todas las páginas."
Y es esto lo que dice el primer poema:
EN EL REINADO DE
LA PRIMAVERA
A JOSEFA DE LOS
RÍOS
17 DE MARZO DE 1880-7 DE MAYO DE 1917
Amada, es Primavera.
Fuensanta, es que florece
la eclesiástica unción de la cuaresma
Hay un alivio dulce
en las almas enfermas,
porque abril con sus auras les va dando
la sensación de la convalecencia.
Se viste el cielo del mejor azul
y de rosas la tierra
y yo me visto con tu amor...¡0h gloria
de estar enamorado, enamorado,
ebrio de amor a ti, novia perpetua,
enloquecidamente enamorado,
como quince años, cual pasión primera!
Y con la dicha de palomas que huyen
del convento en que estaban prisioneras
y se van lejos, bajo la promesa
azul del firmamento
y sobre la florida de la tierra,
así vuelan a verte en otros climas
¡oh santa, oh amadísma, oh enferma!
estos versos de infancia que brotaron
bajo el imperio de la Primavera.
Después de Sangre devota,
cual Dante con Beatriz, dentro de la poesía de
López Velarde hubo perpetua pasión,
exaltamiento y duelo.
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